Independientemente de una fallida reforma fiscal y un entorno económico poco propicio para la recaudación, el apetito por la deuda nacional se ha conservado. Así, por ejemplo, la tasa de interés de los títulos emitidos a 10 años durante la semana fue de 3.6 por ciento (se colocaron 2 mil millones de dólares con una demanda aparente de 6 mil millones de dólares). Es decir, una tasa de interés real de cero por ciento, considerando la inflación. Dicha calidad crediticia, premium, si se compara con la mayoría de las economías de América Latina, está soportada por varios factores, entre ellos se destacan dos ingredientes coyunturales:
1. El hecho de que la reciente debilidad en la recaudación fiscal está relacionada por factores cíclicos no estructurales -entre ellos, por ejemplo, un muy mesurado seguro de desempleo que deja una huella a penas perceptible en los compromisos fiscales futuros. Y que eventualmente dicha debilidad en la recaudación se corregirá, una vez que se materialice la esperada recuperación.
2. Y por la aceleración en la caída del subsidio a la gasolina, que pasó de 72 mil millones en el periodo enero-octubre del año pasado, a 40 mil millones de pesos durante el mismo lapso de éste año. Lo cual, además, se corregirá una vez que se consolide la apertura del sector energético (reforma que en la práctica fue una reforma fiscal).
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