1.
Integración económica global
La
economía del sur tiene una exposición, muchas veces subestimada, a la economía
global. De manera creciente, en sincronía con la integración económica del país
al resto del mundo, la demanda a la oferta agregada de la región está determinada
de manera exógena; por lo tanto, incide de manera más franca sobre los sectores
económicos comerciables –es decir, la agricultura, la minería, la ganadería, la
silvicultura, la manufactura, y los servicios turísticos-. Dicho contexto ha
causado que la volatilidad de la demanda se amplíe.
Ciertamente
entramos en general, como país, a una era de gran estabilización en las
variables macroeconómicas a partir de la década de 1990 –con dos grandes
interrupciones: 1995 y 2009-; no obstante, para el sur del país en particular,
en posible que se ingresó a un era de gran inestabilidad. Por citar un ejemplo,
la mayor importancia de la industria turística en la región, por la apertura y
consolidación de destinos en Quintana Roo y Oaxaca, dieron como resultado que
las pautas dinámicas en el crecimiento económico fueran más inestables –debido
a la regularidad empírica de la mayor elasticidad de la demanda por los
servicios turísticos-. Y también, para apuntalar esta idea, sucedió en la
ganadería y en la agricultura, la cual por el esquema de apoyo gubernamental
que descansaba en reducir el riesgo de precio a los productores, el cambio de paradigma
en el apoyo al campo condujo que la agricultura y ganadería se volviera una
actividad más riesgosa.
No
obstante lo anterior, la primera década del tercer milenio resultado muy
favorable. A pesar de la gran recesión de 2009. Ahondo más al respecto en otra
intervención.
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